Filosofar. Una acción que tiene múltiples puntos de vista en
cuanto a su significado. O por lo menos, distintas maneras de llevarse a cabo.
Para algunos es una excusa para no hacer nada. Autoproclamarse “Filosofo”
solamente para justificar su total inacción. Otros, son filósofos, pero filósofos
de lo banal, de lo absurdo, superfluo. Actividad de tanto en tanto divertida como
para pasar el rato. Pero a tener en cuenta: no contribuye a nada. El filósofo
en sí, el, se podría decir, verdadero filósofo, cumple una función fundamental
en el progreso de la humanidad, ya que, gracias a sus preguntas, a sus
pensamientos, a sus conclusiones, pudieron llevarse a cabo los grandes avances
que componen hoy en día el mundo como lo conocemos. Pero es esta actividad, la
que aplicada en las personas comunes o corrientes, entiéndase por esto a jóvenes
estudiantes por ejemplo, constituye el principio de la potencialidad de cambio
y acción social, o re-ordenando, acción para el cambio. Las mentes jóvenes son
el verdadero motor. Las mentes adultas, llevan a cabo las ideas, y/o las
organizan, le dan el pulido de la experiencia, del haber vivido. Las mentes más
infantes, son la acción en potencia, en crecimiento. Las mentes jóvenes por lo
tanto, son la chispa, la energía entre una bala y su percutor. Energía, todo es
energía, energía libre, energía aplicada y con dirección, esa dirección es la
importante. Y a veces, nosotros como jóvenes, tenemos mucha energía, que se nos
genera en cantidades incontrolables a veces, y el afán por participar, opinar,
contribuir, a veces nos hace tomar a la ligera cuestiones que deberían de tener
un previo análisis. Y cuando hablamos de política, acción, revolución, ese análisis
es más que necesario. No podemos ser irresponsables en ese sentido, porque las decisiones
tomadas, afectan a miles. Entonces, tenemos que adecuar esas ideas a la
realidad. No necesitamos de nadie más que nosotros mismos para conocer la
realidad. La conocemos día a día, cuando caminamos, cuando trabajamos, cuando
estudiamos. A veces, el sistema juega sucio, y con un velo muy claro, nos
condiciona la información que nos ingresa del mundo, y tiñe nuestro pensamiento
en colores a convenir por el jefe de turno. Eso es una trampa difícil de sortear.
Pero debemos seguir adelante, agudizando cada vez más nuestro sentido crítico,
y dedicarnos el tiempo para… filosofar. Y le llamo filosofar simplemente a
charlar con amigos, desconocidos o con nosotros mismos. A poner en duda hasta el reflejo del espejo,
y exprimirle a cada línea de pensamiento hasta la última gota de sabiduría.
Llevar a los límites las reglas preestablecidas, teniendo en cuenta que estas,
fueron creadas por personas, y en su totalidad están sujetas al cambio. Y no
nos tomemos esto a la ligera, y seamos responsables insisto, cada semilla que
sembramos, puede ser o hierva buena o hierva mala, de nosotros depende.
Entonces, celebro las tardes de mate eterno, las noches de
vino y delirio, los encuentros infinitos en donde las cuestiones de la vida
misma y la realidad son debatidas hasta el hartazgo, culminando a veces en
peleas, a veces en abrazos, pero siempre, dejando semillas creciendo en
nuestras mentes, que germinaran bebiendo el agua de la experiencia y florecerán
como una nueva idea, una nueva posibilidad en el camino hacia un mundo más
justo.