martes, 13 de diciembre de 2016

EL suicida

¿Cuál es el verdadero control que tenemos sobre nuestra vida?

Desde el momento en que mi mente se convirtió en un motor de pensamiento ya no orientado a las fantasías de los juegos de niños, sino en la visualización del mundo que me rodeaba y la crítica al mismo, siempre pensé en el control y la libertad que tenemos como seres humanos sobre nuestro cuerpo, nuestra vida y nuestra alma. Definitivamente, la vida en sociedad trae aparejada una serie de “leyes” que aprisionan nuestro andar. Leyes sociales, colectivas y temporales, que van cuadrando nuestro ser en distintos modelos. Eso ya delimita nuestra libertad en cuanto a expresión y liberación del instinto. Desde que nacemos somos introducidos en un carril, con algunas ramificaciones, pero ya pensado y controlado. Esto, naturalmente, provoca en algunos o quizás todos, un grado de malestar. El cuerpo y el alma empiezan a sentir las limitaciones en su propia expresión. Esto, sumado a que no todos están destinados a triunfar en este “camino” impuesto, genera en algunos un fuerte grado de tristeza y desesperación.

Esa semilla oscura va germinando en el interior y brota de maneras distintas. Entre ellas aparece un personaje lleno de terrible misterio y dolor: el suicida.

Este personaje que lleva dentro suyo un gran secreto codifica un pensamiento único y terriblemente fantástico para mí. Los hechos y situaciones que llevaron a la configuración de su psiquis para llegar a tomar la determinación de tomar completa y eternamente el control de su vida, son infinitas y no pueden ser medidas y etiquetadas a causa de la multiplicidad de cada ser en esta tierra. Cada uno de nosotros somos afectados de maneras distintas por el entorno.

El suicida es un carente de afecto, un incomprendido, abandonado. Es alguien incapaz de conseguir lo que necesita de los demás. Es alguien que grita sin producir sonido. Es alguien que ya no ve la luz al final del túnel.

Es un egoísta que por no poder, no permite. Que por decidir terminar su vida, prohíbe de ella a los demás.

El suicida también es un valiente que enfrenta a la muerte y la toma. Tiene en sus manos el poder más grande que es el de quitar vida. El suicida es libre, tiene el completo control.
En ocasiones, el suicida es un romántico que orquesta un final poético. En otras, es un sádico que horroriza.

Existen varios tipos de suicidas, por lo menos he oído hablar de algunos. Aquellos que piensan su empresa durante un tiempo y se preparan para ello. Dejan cartas a destinatarios particulares, planifican la mejor manera de morir. Otros, son impulsivos y por la necesidad de terminar cuanto antes improvisan con lo primero a mano. Otros se van sin decir porque. Aún más terrible para los que quedan, el nunca obtener una respuesta. Algunos eligen sufrir, otros una muerte rápida sin dolor.
El suicida no es necesariamente irracional. Algunos realmente pensaron en porque esa era la mejor decisión a tomar.

El suicida cruza una línea. Y ¿Cuál es ese límite del que no existe retorno? Alguien me dijo por ahí que se ha podido medir el tiempo que se tarda en tomar esa decisión. Un minuto con treinta segundos parece ser el tiempo en el que una persona camina por una línea y se transforma en alguien que ya no quiere vivir. Va tomando en ese tiempo el coraje necesario para llevar a cabo su objetivo.

¿Se nace suicida o nos hacemos suicidas? Es una pregunta que la mayoría que saben la respuesta no están más. Pero es algo en lo que pienso mucho. ¿Hasta donde uno puede acercarse a la cornisa sin dar el salto?

El suicidio es una respuesta natural a un sistema que funciona mal. Entonces, el suicida además de todas estas cosas, es un producto de una sociedad enferma, que no es capaz de satisfacer a todos.


Y dentro de esta sociedad de esclavos virtuales, el suicida se constituye como uno de personajes más libres en este mundo. 

lunes, 14 de noviembre de 2016

La economia de las caricias

Hace unos días me mandaron un video sobre “La economía de las caricias”, donde Alex Rovira habla sobre que los seres humanos necesitamos para vivir de alimento, oxígeno y agua, pero sobre todo necesitamos caricias. Me pareció poéticamente muy lindo, así como también muy acertado en un nivel más terrenal. Me gustan las cosas que no son tangibles, que no pueden ser cuantificadas. Las caricias como materia prima para la vida, las caricias entendidas no solo como caricias per se, sino como compañía, apoyo, etc. En un mundo donde las relaciones tanto sociales, como laborales, cuestan bastante, las caricias parecen ser un recurso escaso. Sin embargo, el mundo actual ofrece varias alternativas artificiales y vacías para las caricias. Al deambular por la ciudad, durante el día, durante la noche, puedo ver toneladas de rostros en búsqueda de caricias, generalmente en lugares donde no las hay. Eso me hace pensar en cómo esta necesidad ha sido adoptada para la moda, lo popular y el comercio. Y a partir de esta “necesidad básica” para la vida, se han ido creando necesidades secundarias y hasta terciarias que se perciben en lo actual como indispensables para la vida. Y veo esos rostros vacíos en búsqueda de algo que saben que lo necesitan pero no tienen ni la más mínima idea de cómo encontrarlo, y cuando eso que buscan se les presenta en frente, no lo reconocen, y escapan con miedo. Eso entra en resonancia con algún concepto social que he leído por ahí, ese que habla de ciudadanos inseguros, temerosos, siendo así, gobernables, dominables. Entonces se crean lugares para satisfacer la necesidad de “caricias”, donde las “caricias” no entran, y fomentan un miedo, una inseguridad hacia las mismas, una mala prensa de eso que te hace vivir.

En el video también Rovira habla que cuando no podemos encontrar caricias buenas, lo que hacemos naturalmente, es tratar de llenar ese espacio con lo que encontramos más cerca, caricias malas. No soportamos la sensación de vacío por eso buscamos llenarlo de cualquier manera. Son cosas que también quedan vibrando en mi cabeza y en base a eso analizo lo que veo en la vida cotidiana. También encuentro esto, a montones. También vivo esto, a montones. Esos rostros tristes y vacíos, buscando llenarse ante cualquier precio, y de cualquier manera.

Este tipo de cosas es importante pensarlas de vez en cuando. Así quizás poder vivir más tranquilo, más perceptivo, y más simple. Así cuando las caricias estén cerca, poder disfrutarlas y así, simplemente, vivir. 

¡No grites más!

No grites más, si el dolor tensa los nervios
Hace rasgar tus cuerdas vocales
Entonando desde las entrañas una condensada expresión
Que se manifiesta como tus más temidos miedos
Acállalo.
No grites más. Nadie va a escucharlo
Por ende ese grito recae en silencio.
No grites más, no es el camino, tampoco la solución.
No vas a encontrar alivio, no vas a encontrar la luz.
No grites más, que cuento más gritas, más te alejas.
Cuanto más sufres, más espantas.
Cuanto más lloras, más te ahogas.
No grites más, solo es un llamado a los demonios
que te rodearan, te someterán
Y ya no habrá salida.
¡No grites más! Con ello avivas la llama del dolor
Pensás que largas, pero fomentas la autodestrucción.
¡No grites más! Que cuando aprendas a callar
Cuando aprendas que no hay nadie del otro lado
Cuando te descubras en la soledad
Entenderás que callado, podrás volver a caminar.

¡No grites más!

martes, 4 de octubre de 2016

Final adornado y el quirófano de la tinta.

Final adornado y el quirófano de la tinta.

¿Sera la noche el dialecto del sol?
¿Serán revelaciones o solo seré yo?

Quizás, adornado de quietud,
Se me acerca elegante el final.
Y en el crepúsculo soplando viento sur,
La vida se irá y en ofrenda la verdad.

Cráneos perforados escupen letras sin tinta.
Pulmones desinflados ya sudan su labor.
Alma sin alma, cuerpo con temblor.
Música de fondo esperando el telón.

Soledad sostenida, forzada y sin amor.
Gritos nocturnos liberando dolor.
Sueños envueltos en historias sin final,
Intentando largar el grito marginal.

Busco una poesía que no termine.
Ansío tener el papel eterno.
Para no distraerme al final de un verso,
Espirando en un largo sueño.

Con una pluma perforo mi pecho
Extraigo angustia, también poesía,
Y es una abeja posada en mi cuello,
La que me muerde con infinita ira.

¡Alzo! Y los músculos petrifican.
Más intento pero el aire pesa.
Aire oscuro, aire denso.
Exprimen mi tinta al final del verso.